domingo, 15 de marzo de 2009

ASÍ CONOCÍ A WILSON

"Una poesía hecha discurso"

Corría el año 1972, estábamos en invierno,Wilson visitaba San Carlos en una gira por el interior. 
Los vientos del autoritarismo soplaban cada vez más fuerte, el Pachecato hacía de las suyas un día sí y el otro también.

Pocos días antes, en Montevideo, los Wilsonistas nos reunimos en un imponente acto en la Plaza Matriz. 
Mientras esto sucedía las fuerzas represivas,respaldando a la Cobarde J.U.P. (grupo de ultraderecha denominado juventud uruguaya de pie) atacaron la casi solitaria Sede Central del Movimiento Por la Patria (ubicada en 18 de Julio frente a la intendencia).
Esa noche además de los palos y piedras contra los pocos que cuidaban la sede. Utilizaron los conocidos "guanacos" (camiones lanza agua) y con la presión de sus chorros tuvieron a maltraer a varios militantes, entre ellos a personas ya mayores, como el conocido Prof. Pivel Devoto

Además se dedicaron a inundar el local, destrozando mucho material.
Esa cobarde agresión había calado muy hondo en mis frescos 16 años, ( fue mi bautismo represivo), por eso, pocos días después mi ya inquieta pluma había escrito algunas estrofas sobre lo vivido.

Volviendo al principio:
Wilson llegó a San Carlos y el Teatro de la Sociedad Unión lo esperaba repleto de gente.
Se estilaba en esa época (supongo que ahora será igual) que antes del discurso del máximo líder hicieran uso de la palabra otras personas. 

Se respetaba en ello un orden ascendente por el cuál abría el acto un representante de la Juventud. Para tal fin había sido designado un compañero que en aquella época era el presidente de la Juventud, pero, minutos antes de subir al escenario, fruto seguramente de los nervios y la ansiedad, el compañero sufrió una indisposición estomacal que le impidió disfrutar de lo que era un gran honor y motivo de orgullo.

Quiso la suerte, o el destino, que los otros compañeros, que sabían y confiaban en mis dotes de improvisador (a pesar de ser el más joven de todos) resolvieran echarme al ruedo.

Fue así que me encontré detrás de un micrófono, en medio del escenario del repleto Teatro Unión...y sabiendo que entre los cientos de oyentes...estaba el admirado Caudillo. 
Después de los primeros balbuceos, inconscientemente empecé a afirmarme en la poesía que les conté había escrito días antes, utilizando partes de la misma, pero sacándole la rima.

Me vienen a la memoria algunos fragmentos...."mientras miles se reunían en la plaza Matriz, manos cobardes atacaban una sede solitaria"....u otro..."pero sepan los señores del Poder que la juventud nacionalista tiene la sangre hirviendo a borbollones".

Frases como esas hicieron que aquel improvisado discurso fuera premiado con un cerrado aplauso de pie...y lo que es más importante... Wilson estaba entre ellos , ademas me regalaría poco más tarde mi primer rato con Wilson.

Luego de terminar, emocionado y agotado por los nervios pasados, salí del teatro y comencé a cruzar la plaza rumbo a un parador que ya no existe. (No sé cómo logró zafarse solo, pero años después aprendí que era una de sus habilidades).

La cuestión es que mientras caminaba por la plaza sentí una mano que me palmeaba y se apoyaba en mi espalda...giré mi cabeza y vaya si me sorprendí al ver que era el mismísimo Wilson quien había emparejado mi paso y mantenía afectuosamente su mano en mi espalda.

En aquellos metros que caminamos hasta el parador y en los pocos minutos que, café de por medio, compartimos solos. (casi enseguida, como era lógico, comenzó a rodearnos la gente). En aquel primer rato con el averiguó mi edad, (mi nombre ya lo había retenido...otra de sus cualidades), me inquirió sobre mis planes de estudio y en una tarjeta anotó los teléfonos de su despacho en el Senado, ofreciéndome todo su apoyo para que pudiera cumplir mis sueños universitarios...(que luego los arruinaría la Dictadura).

A pesar de todos los momentos junto a él que el destino me regalaría años después, nunca olvidé...ni olvidaré aquella mano en mi espalda ni su afable y casi paternal manera de sacarme charla. Con esa ternura que, luego sabría, era natural en él.
Tan natural como su encendida y Blanca Indignación contra quienes se la merecían por mezquinos o traidores.
Así conocí a Wilson, por una poesía que se volvió discurso.

En la próxima les sigo contando algunas de las muchas vivencias que en el futuro compartí con este gran hombre.

Víctor Urrutia

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